Oh Cruz de Cristo
La Teologia della Croce risale a Lutero, che la mutua da Paolo (Filippesi 2, 6-11), là dove il Figlio si svuota (Kènosis), letteralmente, della sua divinità per farsi in tutto e per tutto uomo, Servo sofferente (cf. anche Isaia).
Per il grande riformatore solo la Croce di Cristo può salvare l’uomo irriducibilmente peccatore davanti a Dio, l’uomo che chiede Grazia con Fede e crede della Scrittura.
Il tema è ripreso quattrocento anni dopo dal padre Urs von Balthasar, che vede nel movimento intra-trinitario l’abbandono volontario del Padre, perché il Figlio possa vivere il sacrificio assoluto della croce per la salvezza del mondo.
Il Servo di JHWH fallirà agli occhi dell’uomo e sarà ucciso, con una umiliante condanna a morte, “come agnello condotto al macello” (Is 53,7).
Martin Buber, ebreo anche lui, ha scritto che “il successo non è uno dei nomi di Dio“. Vediamo un suo testo di commento a Isaia:
Solamente a distanza, coloro che erano stupiti di lui – «tanto era sfigurato per essere d’uomo il suo aspetto e diversa la sua forma da quella dei figli dell’uomo» (Is 52,14) – apriranno gli occhi e «comprenderanno ciò che mai avevano udito» (Is 52,15). Verrà alla luce una rivelazione incredibile: il Servo «castigato, percosso da Dio e umiliato» (Is 53,4cd), questo «uomo dei dolori» è, in realtà, il soggetto nascosto del più alto compiacimento del Signore e della sua volontà di salvezza. Viene sottolineato con molta insistenza che la morte ignominiosa del servo innocente, ha nel disegno misterioso del Signore, un carattere vicario: “si è caricato delle nostre sofferenze” (Is 53,4), “è stato trafitto per i nostri delitti… per le sue piaghe noi siamo stati guariti“.
Pure Jürgen Moltmann, con “Il Dio Crocifisso” (1972), si pone su questo percorso di riflessione teologica, tra dottrina trinitaria, cristologia, teismo, ateismo e morale pratica dell’uomo contemporaneo.
Francesco, ieri sera, ha deciso di porsi in questa prospettiva, dal Colosseo.
Oh Cruz de Cristo
Oh Cruz de Cristo, símbolo del amor divino y de la injusticia humana, icono del supremo
sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y emblema de la traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo alzada en nuestras hermanas y hermanos
asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados por las bárbaras espadas y el silencio infame.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros de los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras y de la violencia, y que con
frecuencia sólo encuentran la muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los doctores de la letra y no del espíritu, de la muerte y no de la vida, que en vez de enseñar la misericordia y la vida, amenazan con el castigo y la muerte y condenan al justo.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros infieles que, en vez de
despojarse de sus propias ambiciones, despojan incluso a los inocentes de su propia dignidad.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los corazones endurecidos de los que juzgan cómodamente a los demás, corazones dispuestos a condenarlos incluso a la lapidación, sin fijarse nunca en sus propios pecados y culpas.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los fundamentalismos y en el terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita violencia.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los que quieren quitarte de los lugares
públicos y excluirte de la vida pública, en el nombre de un cierto paganismo laicista o incluso en el
nombre de la igualdad que tú mismo nos has enseñado.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los poderosos y en los vendedores de armas que alimentan los hornos de la guerra con la sangre inocente de los hermanos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los traidores que por treinta denarios
entregan a la muerte a cualquier persona.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ladrones y en los corruptos que en vez de salvaguardar el bien común y la ética se venden en el miserable mercado de la inmoralidad.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los necios que construyen depósitos para
conservar tesoros que perecen, dejando que Lázaro muera de hambre a sus puertas.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los destructores de nuestra «casa común»
que con egoísmo arruinan el futuro de las generaciones futuras.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ancianos abandonados por sus propios
familiares, en los discapacitados, en los niños desnutridos y descartados por nuestra sociedad egoísta e hipócrita.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro mediterráneo y en el Mar Egeo
convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada.
Oh Cruz de Cristo, imagen del amor sin límite y vía de la Resurrección, aún hoy te seguimos
viendo en las personas buenas y justas que hacen el bien sin buscar el aplauso o la admiración de los demás.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros fieles y humildes que alumbran la oscuridad de nuestra vida, como candelas que se consumen gratuitamente para iluminar la vida de los últimos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en el rostro de las religiosas y consagrados –los buenos samaritanos– que lo dejan todo para vendar, en el silencio evangélico, las llagas de la pobreza y de la injusticia.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los misericordiosos que encuentran en la
misericordia la expresión más alta de la justicia y de la fe.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las personas sencillas que viven con gozo su fe en las cosas ordinarias y en el fiel cumplimiento de los mandamientos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los arrepentidos que, desde la profundidad de la miseria de sus pecados, saben gritar: Señor acuérdate de mí cuando estés en tu reino.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los beatos y en los santos que saben atravesar la oscuridad de la noche de la fe sin perder la confianza en ti y sin pretender entender tu silencio misterioso.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las familias que viven con fidelidad y fecundidad su vocación matrimonial.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los voluntarios que socorren generosamente a los necesitados y maltratados.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los perseguidos por su fe que con su sufrimiento siguen dando testimonio auténtico de Jesús y del Evangelio.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los soñadores que viven con un corazón de niños y trabajan cada día para hacer que el mundo sea un lugar mejor, más humano y más justo. En ti, Cruz Santa, vemos a Dios que ama hasta el extremo, y vemos el odio que domina y ciega el corazón y la mente de los que prefieren las tinieblas a la luz.
Oh Cruz de Cristo, Arca de Noé que salvó a la humanidad del diluvio del pecado, líbranos del mal y del maligno. Oh Trono de David y sello de la Alianza divina y eterna, despiértanos de las seducciones de la vanidad. Oh grito de amor, suscita en nosotros el deseo de Dios, del bien y de la luz.
Oh Cruz de Cristo, enséñanos que el alba del sol es más fuerte que la oscuridad de la noche.
Oh Cruz de Cristo, enséñanos que la aparente victoria del mal se desvanece ante la tumba vacía y frente a la certeza de la Resurrección y del amor de Dios, que nada lo podrá derrotar u oscurecer o debilitar.
Amen
O Croce di Cristo!
O Croce di Cristo, simbolo dell’amore divino e dell’ingiustizia umana, icona del sacrificio supremo per amore e dell’egoismo estremo per stoltezza, strumento di morte e via di risurrezione, segno dell’obbedienza ed emblema del tradimento, patibolo della persecuzione e vessillo della vittoria.
O Croce di Cristo, ancora oggi ti vediamo eretta nelle nostre sorelle e nei nostri fratelli uccisi, bruciati vivi, sgozzati e decapitati con le spade barbariche e con il silenzio vigliacco.
O Croce di Cristo, ancora oggi ti vediamo nei volti dei bambini, delle donne e delle persone, sfiniti e impauriti che fuggono dalle guerre e dalle violenze e spesso non trovano che la morte e tanti Pilati con le mani lavate.
O Croce di Cristo, ancora oggi ti vediamo nei dottori della lettera e non dello spirito, della morte e non della vita, che invece di insegnare la misericordia e la vita, minacciano la punizione e la morte e condannano il giusto.
O Croce di Cristo, ancora oggi ti vediamo nei ministri infedeli che invece di spogliarsi delle proprie vane ambizioni spogliano perfino gli innocenti della propria dignità.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nei cuori impietriti di coloro che giudicano comodamente gli altri, cuori pronti a condannarli perfino alla lapidazione, senza mai accorgersi dei propri peccati e colpe.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nei fondamentalismi e nel terrorismo dei seguaci di qualche religione che profanano il nome di Dio e lo utilizzano per giustificare le loro inaudite violenze.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi in coloro che vogliono toglierti dai luoghi pubblici ed escluderti dalla vita pubblica, nel nome di qualche paganità laicista o addirittura in nome dell’uguaglianza che tu stesso ci hai insegnato.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nei potenti e nei venditori di armi che alimentano la fornace delle guerre con il sangue innocente dei fratelli.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nei traditori che per trenta denari consegnano alla morte chiunque.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nei ladroni e nei corrotti che invece di salvaguardare il bene comune e l’etica si vendono nel misero mercato dell’immoralità.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi negli stolti che costruiscono depositi per conservare tesori che periscono, lasciando Lazzaro morire di fame alle loro porte.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nei distruttori della nostra “casa comune” che con egoismo rovinano il futuro delle prossime generazioni.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi negli anziani abbandonati dai propri famigliari, nei disabili e nei bambini denutriti e scartati dalla nostra egoista e ipocrita società.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nel nostro Mediterraneo e nel mar Egeo divenuti un insaziabile cimitero, immagine della nostra coscienza insensibile e narcotizzata.
O Croce di Cristo, immagine dell’amore senza fine e via della Risurrezione, ti vediamo ancora oggi nelle persone buone e giuste che fanno il bene senza cercare gli applausi o l’ammirazione degli altri.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nei ministri fedeli e umili che illuminano il buio della nostra vita come candele che si consumano gratuitamente per illuminare la vita degli ultimi.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nei volti delle suore e dei consacrati – i buoni samaritani – che abbandonano tutto per bendare, nel silenzio evangelico, le ferite delle povertà e dell’ingiustizia.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nei misericordiosi che trovano nella misericordia l’espressione massima della giustizia e della fede.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nelle persone semplici che vivono gioiosamente la loro fede nella quotidianità e nell’osservanza filiale dei comandamenti.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nei pentiti che sanno, dalla profondità della miseria dei loro peccati, gridare: Signore ricordati di me nel Tuo regno!
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nei beati e nei santi che sanno attraversare il buio della notte della fede senza perdere la fiducia in te e senza pretendere di capire il Tuo silenzio misterioso.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nelle famiglie che vivono con fedeltà e fecondità la loro vocazione matrimoniale.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nei volontari che soccorrono generosamente i bisognosi e i percossi.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nei perseguitati per la loro fede che nella sofferenza continuano a dare testimonianza autentica a Gesù e al Vangelo.
O Croce di Cristo, ti vediamo ancora oggi nei sognatori che vivono con il cuore dei bambini e che lavorano ogni giorno per rendere il mondo un posto migliore, più umano e più giusto. In te Santa Croce vediamo Dio che ama fino alla fine, e vediamo l’odio che spadroneggia e acceca i cuori e le menti di coloro preferiscono le tenebre alla luce.
O Croce di Cristo, Arca di Noè che salvò l’umanità dal diluvio del peccato, salvaci dal male e dal maligno! O Trono di Davide e sigillo dell’Alleanza divina ed eterna, svegliaci dalle seduzioni della vanità! O grido di amore, suscita in noi il desiderio di Dio, del bene e della luce.
O Croce di Cristo, insegnaci che l’alba del sole è più forte dell’oscurità della notte.
O Croce di Cristo, insegnaci che l’apparente vittoria del male si dissipa davanti alla tomba vuota e di fronte alla certezza della Risurrezione e dell’amore di Dio che nulla può sconfiggere od oscurare o indebolire.
Amen!
(di Papa Francesco, detta alla Via Crucis del 25 marzo 2016)
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